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FE: Es mejor que me vaya: Entendiendo la necesidad de la ascensión

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1 may 2025

La vida a menudo puede parecer oscura y abrumadora con incertidumbres. Surgen desafíos, las penas persisten y experimentamos una pérdida real que nos lleva a cuestionar: ¿Dónde está Cristo en todo esto? La fiesta de la Ascensión de Cristo habla profundamente a estos momentos de tristeza, confusión y aparente abandono. Nos recuerda que incluso cuando la presencia física de Cristo parece ausente, Su amor y poder nunca están lejos.

En el día de la Ascensión, los apóstoles debieron sentir un dolor agridulce. Habían caminado junto a Jesús, visto Sus milagros y sido testigos de Su Resurrección. Ahora, Él se iba. Imagina la confusión y la tristeza que debieron sentir al verlo ascender al cielo. Aún no podían entender por qué era mejor que Él se fuera.

Cuando Nos Sentimos Solos, El Abogado Viene

En Juan 16:7, Jesús dijo a Sus discípulos, “Es mejor para ustedes que yo me vaya. Porque si no me voy, el Abogado no vendrá a ustedes.” A primera vista, puede parecer incomprensible. ¿Cómo podría ser mejor que Jesús permaneciera físicamente con ellos? Pero Sus palabras apuntaban a algo extraordinario: la llegada del Espíritu Santo, la misma presencia de Dios habitando dentro de nosotros.

Jesús, en Su forma humana, estaba limitado por los confines de Su humanidad. Solo podía estar en un lugar a la vez. Pero con el don del Espíritu Santo, la presencia de Dios se convierte en universal, habitando en cada persona bautizada. Cuando Cristo ascendió, no nos dejó atrás, se acercó a nosotros como nunca antes.

El Espíritu Santo: Dios Íntimamente Con Nosotros

El Espíritu Santo es más que un guía. Es la presencia de Dios viviendo dentro de nosotros. El Espíritu forma una parte íntima de nuestras vidas, permitiéndonos experimentar el amor, la sabiduría y la fuerza de Dios de maneras profundamente personales. Ayudando a transformar las experiencias ordinarias de nuestras vidas en invitaciones más profundas para encontrar el extraordinario amor de Dios.

A través del Espíritu, Dios ya no está externo—Él es interno, formando nuestros corazones, guiando nuestros pasos, y caminando junto a nosotros en cada alegría y tristeza. El Espíritu nos permite invocar a Dios en momentos de soledad y desesperación, recordándonos nuestra verdadera identidad como Hijos de Dios y orientándonos de nuevo hacia la mirada amorosa de nuestro Padre Celestial.

Cuando la vida se siente abrumadora y Dios parece estar lejos, solo necesitamos hacer una pausa y invocar al Espíritu Santo. El Abogado nos empodera para sobreponernos a nuestras luchas, para ver esperanza en medio de la confusión y para sentir la presencia de Dios tan cerca como nuestra propia respiración.

La Ascensión: Una Promesa Cumplida

La Ascensión no es solo un momento de despedida—es un momento de promesa. Jesús ascendió para preparar un lugar para nosotros en el Cielo (Juan 14:3). A través del Espíritu Santo, Él asegura que nunca estamos solos, incluso mientras nos dirigimos hacia esa promesa.

Así que, cuando enfrentamos las incertidumbres de la vida, recordemos la verdad de la Ascensión. La partida de Jesús no fue un abandono; fue un acto de amor, permitiéndole estar con nosotros de una manera más profunda de lo que la presencia física podría lograr.

Oración por la Ascensión de Cristo

Jesús, te honro en la fiesta de Tu Ascensión al cielo. Me regocijo con todo mi corazón por la gloria a la que entraste para reinar como Rey del cielo y de la tierra. Cuando la lucha de esta vida haya terminado, dame la gracia de compartir Tu alegría y triunfo en el cielo por toda la eternidad.

Creo que entraste en Tu glorioso Reino para preparar un lugar para mí, porque prometiste volver a llevarme a Ti. Concéde que solo busque las alegrías de Tu amistad y amor, para que merezca ser unido contigo en el cielo.

En la hora de mi propio regreso a casa, cuando me presente ante Tu Padre para rendir cuentas de mi vida en la tierra, ten piedad de mí.

Jesús, en Tu amor por mí, me has llevado del mal al bien y de la miseria a la felicidad. Dame la gracia de elevarme por encima de mi debilidad humana. Que Tu humanidad me dé valor en mi debilidad y me libere de mis pecados.

A través de Tu gracia, dame el coraje de la perseverancia, porque me has llamado y justificado por la fe. Que me aferre a la vida que me has dado y llegue a los regalos eternos que prometiste.

Me amas, querido Jesús. Ayúdame a amarte en respuesta. Te pido que concedas este favor especial:

(Haz una pausa y presenta tus intenciones al Señor, pidiendo Su guía y fortaleza.)

A través de Tu cuidado incesante, guía mis pasos hacia la vida de gloria que has preparado para aquellos que Te aman. Hazme crecer en santidad y agradecerte con una vida de servicio fiel. Amén.

Mientras celebramos la Ascensión, aferrémonos a la promesa del Espíritu Santo, sabiendo que Dios está con nosotros y en nosotros—siempre.

¡Amén a eso!

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